El puerto amanecía con un olor a brea y sal que mordía la garganta. Jonh caminaba despacio—las prisas no le habían servido de nada en la guerra—, la chaqueta dobladita

El puerto amanecía con un olor a brea y sal que mordía la garganta. Jonh caminaba despacio—las prisas no le habían servido de nada en la guerra—, la chaqueta dobladita
La lluvia madrileña caía con esa parsimonia que sólo conoce el otoño cuando Jonh marcó, una vez más, el número extranjero que se le había tatuado en la memoria. El
El leve ronroneo de los secadores flotaba sobre la peluquería del barrio como un canto eléctrico, y allí, entre mechones que caían en tirabuzones brillantes, Jonh descubrió el pulso que
Lo peor no fue perderlo todo.Lo peor fue perderse a uno mismo.Sin saber exactamente cuándo ocurrió.Sin poder recordar el momento exacto en que cruzó la línea,ni cómo se convirtió en
A Jonh no le gustaban los abrazos.No los pedía, ni los rechazaba. Simplemente no los buscaba.Tampoco el contacto visual. Era como si su mirada, grande y líquida, prefiriera no posarse